No admiro a George Pérez por haber sido un grande del cómic. No lo admiro por su Wonder Woman o sus Nuevos Titanes. No lo admiro por sus Vengadores (donde le conocí). Lo admiro por su gigantesca manera de decirnos adiós. Desde que supo que le quedaban meses de vida por un cáncer fulminante lo contó al mundo. Pidió cariño a sus fans, abrazos en sus últimas convenciones, mensajes de apoyo y dio AMOR. El cáncer me enseñó que lo contrario al AMOR es el MIEDO, y no el ODIO. Y que lo único que importa en esta vida es el AMOR. Entiéndase en sus infinitas acepciones. Infinitas, sí. Es brutal cómo ha elegido marcharse George Pérez. Había gente que se asustaba con su franqueza, con sus fotos demacrado, pálido y decrépito. ¿Por qué nos muestra ese dolor, decían? Porque George no nos enseñaba su dolor, nos enseñaba su AMOR. Y se ha ido con la lección aprendida. Ese es el camino, que decía aquel. AMOR.
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