Hace tiempo estuve a punto de hablar sobre la obra del artista chino Ai Weiwei. Su obra "The Unilever Series" consiste en una instalación con 100 millones de pipas desparramadas por el suelo, que la gente pisa alegremente. Esto, que a priori puede pareceros una chorrada como un piano, cobra interés cuando descubrimos que no son pipas de verdad. 1600 artesanos decoraron una a una cada pipa de porcelana. Un trabajo de chinos (permítaseme el chiste fácil). El dilema mental está claro: si fueran pipas de verdad la gente vería la propuesta vacía, insulsa y tontuesca. Al ser pipas manufacturadas se reconoce el trabajo inmenso que conlleva (ya sabéis que la gente profana asocia Arte con horas empleadas en la obra) y se respeta. Además, como podías pisarlas (hasta que se vió que llevaban alta concentración de plomo y eran tóxicos los humos desprendidos),tocarlas y analizarlas convertían la experiencia en algo divertido e interactivo. Interesante, ¿no creéis?. Bueno, pues resulta que ahora venden las pipas en lotes de 100000 por medio millón de dolares. Sale cara la pipa, ¿no? (Aunque yo me compraba una suelta.)
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