sábado, 26 de mayo de 2012

Los Vengadores. Cuando las mallas no son ridículas.


Renuevo imagen del blog, acorde con los tiempos que corren y acorde a mi estado vital. El blog no cambia, seguiremos frikeando juntos, no os preocupéis. Así que a ello. 
Hace semanas que estrenaron Los Vengadores, quiero exponer algunos puntos de vista que me surgían al ver o meditar la película. No voy a analizarla desde el punto de vista cinematográfico. Para mí es puro divertimento visual, guión convencional pero muy funcional y diálogos chispeantes. Todo tiene ese halo a lo Whedom de Firefly (y Serenity, claro) que me encanta. Creo que los personajes están bien tratados. Todos tienen su momento excepto, quizás, Thor: para mí el menos cuidado en la película. Incluso Ojo de Halcón tiene su espacio bien definido, pero me parece que Thor está un poco arrinconado. Aparece un poco gris y desdibujado; y eso que el villano es su hermanastro. Hulk es soberbio, para mí lo mejor de la película. Y eso que viene en desventaja, de dos películas (fallidas ambas, pero mi corazoncito tiene su lugar especial para el monstruo atormentado de Ang Lee). Por supuesto Iron Man es el pilar, qué genialidad fue darle el personaje a Robert Downey Jr. Cómo lo ha hecho suyo y qué bien le sienta esa pose irónica y sarcástica a la película. Y le sienta muy bien contraponiéndola al Capitán América, verdadero eje vertebrador del argumento que quiero desarrollar aquí. El Capitán América es un personaje, vamos a decirlo, un poco ridículo. Ridículo ahora, los años no le respetan ese halo de superhombre (como cualquiera de nosotros, sin poderes especiales más allá de llevar las capacidades físicas al límite; ya, ya, ni más ni menos) que tenía en los 40. Y eso Whedom y la película lo explotan muy bien. En un momento de la película el Capitán le dice al Agente Coulson: "Las barras y estrellas están pasadas de moda". Aquí nos muestran ese proceso de evolución del concepto de patriotismo desde la época propia del personaje, los años 40, a su despertar brusco en la actualidad. Ya es consciente que las cosas tienen otro color. También, en plena batalla final, intenta dirigir a un oficial de policía, el cual le dice: ¿Y por qué tengo que obedecer sus órdenes? Esto sería impensable en su época, el mito era incuestionable. Ahora tiene que recuperar ese lugar en el mundo, debe volver a demostrar quién es y por qué hay que seguirle y obedecerle. Ese proceso es el más duro para Steve Rogers, más que cualquier enemigo imaginable, y aventuro que será la vía a explorar en la segunda parte de su franquicia. 
Como decía, el personaje es anacrónico. El disfraz es ridículo. El personaje de Coulson le dice "yo he ayudado a diseñar su traje nuevo"; él, su mayor fan, que coleccionaba sus cromos de pequeño; que lo ve con ojos de antaño, sin la suficiente distancia y objetividad para pensar en algo más funcional. Porque, queridos amigos, eso es sobre todo, en mi opinión, lo que falla en las películas de superhéroes, ese trasvase literal de las iconicidades. En el cómic, el traje, funciona mejor. El cómic es algo pop (en un sentido Pop Art) en sí. En una película, con personajes reales, actores disfrazados, hay que tener mucho cuidado para transmitir verosimilitud. Eso funciona en todos los demás vengadores: La viuda negra y Ojo de halcón llevan trajes de agentes de SHIELD, Iron Man es una súper armadura, Thor lleva la ropa de su mundo, Hulk va "a pelo". No hay disfraces, eso es lo que funciona de la unión en la pantalla, por eso no hay que justificar a nadie. Salvo al capi, de ahí los apuntes que he dado, las excusas que van dejando los guionistas para que nos creamos al personaje. De ahí el título del artículo: las mallas no son ridículas y, si lo son, explicamos porqué están ahí y tienen que estar: Porque tenemos que insertar, adaptar, al Capitán América en este mundo actual.
Así, en mi opinión, consiguen que la película no chirríe en ese aspecto. Las relaciones entre los personajes son brillantes (de la forma en que nos tiene acostumbrados Whedom), los diálogos ingeniosos y chispeantes y, como señalaba anteriormente, alejada de trascendencias vanas o tormentos psicológicos vacuos. La película se sabe de superhéroes y no se toma en serio a sí misma, la épica se salpica de humor, gran acierto de los creadores.
Más allá de consideraciones categóricas de si es la mejor o la peor película de superhéroes, si la comparamos (como decía un amigo) con Plácido o con La Dolce Vita (absurdo) o hacemos historia con ella antes de que, siquiera, salga de las salas de cine, tenéis que reconocerme lo bien que se pasa. Nada más y nada menos, ¿os parece poco en estos tiempos, tan malos para la lírica? ^_*

3 comentarios:

D Marco dijo...

En La Palanca parece que tiene menos texto y da menos pereza leerlo... muy buena, por cierto, la reflexión

Lajarín dijo...

Gracias Dani!
En La Palanca todo sabe mejor, eso está claro...

mundologaritmico dijo...

Viva la Masa...! Interesante reflexión.